(Por Edgardo Pérez Castillo) Testigos de una época en
la que la vinculación de la ciudad con el Paraná estaba ligada al transporte de
materias primas y ciertas manufacturas, los antiguos galpones ubicados en la
costa del centro rosarino comenzaron a transformarse hace ya algunos años.
Desde la creación del Centro de la Juventud en San Martín y Avenida Belgrano y del
Centro de Expresiones Contemporáneas, en Sargento Cabral y el río, pasando por
la utilización del Galpón 11 como espacio para el rock y llegando al Galpón 17
como sede de la Escuela de Artes Urbanas, la propuesta estatal fue la de
recuperar esos espacios promoviendo la apropiación de los mismos por parte de
los jóvenes, el arte y la cultura. Con el objetivo de profundizar ese proyecto,
en diciembre tres de los principales galpones del corredor ribereño comenzaron
a ser refaccionados, como parte de un plan estratégico
que buscará fomentar la convivencia de actividades públicas con emprendimientos
privados. Una situación que, sin embargo, genera ciertas dudas. Es que, más
allá de lo auspicioso del mismo, el proyecto sólo podrá probarse efectivo una
vez concretadas las licitaciones de los sectores destinados a privados, luego
de que se evidencie el perfil de esos emprendimientos, como culminación de un
proceso de refacción que, se estima, demandará al menos dos años. ¿Será
entonces un corredor eminentemente cultural y destinado a los jóvenes? ¿O, por
el contrario, un circuito turístico gastronómico que emule al costoso Puerto Madero porteño?
Para el
secretario de Cultura municipal, Horacio Ríos, los propios lineamientos del proyecto
son los que garantizan una real convivencia entre las propuestas del sector
privado con los espacios que continuarán trabajando bajo la órbita estatal: “Yo
no veo la posibilidad de que la gastronomía dificulte la actividad cultural. Al
contrario, ganaríamos mucho porque la gente tendría un espacio concreto para
compartir el paseo. Hoy faltan baños públicos, lugares para tomar un café con
la familia. Es un gran desafío, pero es un buen desafío. No veo dónde una cosa
podría perjudicar a la otra”. De concretarse, esta será además la posibilidad
de culminar con un proyecto que no es nuevo, algo que distinguió el propio Ríos,
que reconoció como impulsora a Chiqui González, actual ministra de Innovación y
Cultura provincial.En concreto, una vez finalizadas las remodelaciones, el Galpón 11 alojaría a las escuelas de Rock y de Artes Urbanas, mientras que las estructuras del 13 y el 15 estarían destinadas a una feria cultural vinculada con el diseño y un gran espacio de exposiciones. El Galpón 17, en tanto, quedará en manos de aquellas propuestas gastronómicas que logren la concesión del espacio, según detalló Marcelo Palma, director de la Escuela de Artes Urbanas que, por estos días, continúa funcionando en la estructura ubicada en Buenos Aires y el río.
En relación
a la interacción entre los diversos espacios, Palma reconoció: “No sé cómo se
dará la convivencia con lo privado, sí sé que la intención es que nosotros
tengamos actividades los fines de semana. En algún momento incluso se había
hablado que el espacio del Galpón 17 tuviera una fisonomía relacionada con la
comida rosarina, y también se está viendo la posibilidad de que los chicos de
la Escuela de Artes Urbanas puedan trabajar allí, hacer algún espectáculo. Pero
como todavía no está definida la concesión, no se sabe qué va a pasar”.
A modo de antecedente y
ejemplo de lo que el municipio propone a nivel de interacción entre lo público
y privado, en 2004 La Casa del Tango abrió sus puertas en el galpón ferroviario
de España y Wheelwright, antigua estructura que comparte con dos bares, en
apariencia, temáticos. Sin embargo, son escasas las actividades culturales
desarrolladas en ambos restaurantes, que se establecieron donde, durante buena
parte de los 90, funcionó el centro cultural alternativo Galpón Okupa.
Integrante de ese proyecto autogestionado, de política horizontal y
participativa, Eduardo Vignoli (por entonces integrante de la banda Los Buenos
Modales, y actual líder de la orquesta ambulante Una Cimarrona) recordó las dificultades a las que debieron enfrentarse para poder sostener
su propuesta en esos galpones que tenían destino tanguero y gastronómico.
Luego de su
desalojo, el
proyecto del Galpón Okupa recorrió diversos espacios, pero perdió fuerza hasta
diluirse por completo. El paso del tiempo serviría para corrobar que su
propuesta, sumamente alternativa, jamás hubiera podido convivir con los
coquetos emprendimientos que hoy flanquean a La Casa del Tango. El tiempo, una
vez más, permitirá juzgar el resultado de esta nueva invitación a la
convivencia entre actores públicos y privados.
Información sobre imágenes:
Galpones en obra:
producción propia.
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